Como os prometí, voy a contaros qué ver en Roma en dos días. Este pasado verano, se me ocurrió que sería un buen regalo de Navidad para mi chico irnos el puente de diciembre a Roma. Ya estuvimos durante el crucero que hicimos el año pasado y nos quedamos con ganas de más.
Lo primero, fue buscar vuelos que se acoplaran al tiempo del que disponía. Al final, Ryanair me llevaba el viernes 8 a las 18'50 h y me traía de regreso el domingo 10 a las 23'00 h. Genial, ya que tenía que trabajar hasta el jueves 7 y así no necesitaba pedir días libres. Lo malo: el precio. Al tratarse de un puente los billetes no salen precisamente baratos, aún así conseguí los dos pasajes por unos módicos 360€. A tener en cuenta: no facturamos maletas (viajamos con el equipaje de cabina) y no elegimos asiento. Como sólo dura unas dos horas el vuelo, esto no era problema.
Así que teniendo los billetes claros, busqué alojamiento. En Booking suelo encontrar los hoteles cuando viajo para pocos días, y el elegido, tras comprobar opiniones y comparar otros precios, fue el Hotel Contilia. Pequeño, con desayuno incluido y al lado de la estación Termini. Los hoteles en el centro de Roma son muy antiguos, en edificios muy viejos. La relación calidad precio estupenda: nos costó 138€ las dos noches, a falta de incluir 4€ por persona y noche en concepto de tasas.
De modo que, en agosto, ya tenía todo cerrado y preparado para cuando llegase el momento.
Y el momento llegó.
Primer día.
Llegamos al aeropuerto de Manises (con nuestro propio coche, que dejamos aparcado en las cercanías), dos horas antes del vuelo (en mi caso, tres. Por si acaso).
En el propio aeropuerto, adquirimos los billetes de ida y vuelta del autobús de Terravisión, que te desplaza del aeropuerto Ciampino en Roma hasta la estación Termini.(si compras estos billetes on line te cuestan 8€ por pesona ida y vuelta), al precio de 17'95€. Os recomiendo comprarlos de una de estas dos formas, ya que unos viajeros los compraron directamente en el autobús a la vuelta y les quisieron cobrar 6€ por billete. Y, o lo tomas o lo dejas. Más vale ser previsor.
Llegamos al hotel casi a las 11'00. Normalmente las maletas viajan en la cabina, pero por causas que no nos explicaron, parte de ellas las facturaron (sin coste alguno), entre ellas las nuestras. Esto retrasó media hora la subida al autobús para ir al centro, con la consiguiente tardanza para llegar al hotel.
Hicimos el check-in, y nos dirigimos a la estación Termini a buscar un McDonalds para cenar. Por suerte, habían dos casi sin bajarse de la misma acera.
Segundo día.
Desayunamos y emprendimos el camino hacia el Coliseo.
Las entradas costaron 16€ cada uno, y son válidas para el Coliseo, el Foro y el Monte Palatino. Aquí empleamos toda la mañana. Recorrimos cada rincón y observamos cada piedra, leímos cada cartel y fisgamos en cada apertura que encontramos. Tienes la sensación de haber estado allí una y mil veces.
Cuantas veces hemos visto esta imagen en el Dmax, David me contaba para qué servía cada cosa como si conociera el lugar de toda la vida.
De allí, nos dirigimos al Foro, las ruinas de la antigua ciudad. Aquí nos llovió ligeramente, nada que no se solucionase con sendos paraguas, comprados en los chinos por 2€ cada uno antes de salir de casa.
Luego amainó, y nos encaminamos hacia la Bocca Della Veritá. Cuenta la leyenda, que si un mentiroso metía la mano en ella, se la mordía. Las nuestras siguen intactas...
Hubo que hacer una cola de 15 minutos, que aunque nos pareció que no merecía la pena una vez ves la boca, lo cierto es que estaba en la ruta y no me hubiera gustado saltármela.
Unas cervecitas para coger fuerzas. Paramos en 0'75, una cervecería bien situada, con una variedad increíble de cervezas y con un comedor que sirve comida rápida. El local es muy chulo y las camareras muy simpáticas. Sobre unos 4'5€ la pinta.
Recobradas las fuerzas, emprendimos el camino, atravesando el río Tiber, hacia el barrio del Trastévere.
Un lugar bohemio, ideal para perderse por sus callejuelas. Pero la hora de comer se acercaba y había que buscar local. Encontramos por casualidad el Ristorante Carlo Menta, que ya había visto en recomendaciones de lugares para comer en Roma en alguna guía de El País Semanal. Así que decidimos entrar. Bonito y céntrico local, servicio algo lento (era puente y estaba a tope de gente, fue necesario esperar diez minutos para conseguir mesa), y de precio ajustado, recordando que nos hallamos en Roma. Recomiendo pedir el menú turístico, ya que vimos como lo servían en otras mesas y creo que salía a unos 12€, y no tenía mala pinta.
Tras un café en otro local, dimos una vuelta y salimos del Trastévere camino del centro de Roma.
Nos perdimos por sus callejuelas, atestadas de gente.
Encontramos un local que ponía "Forno", y paramos allí. El Antico Forno Roscioli, en la via Buonarrotti 46/48, es un lugar de paso en el que puedes comprar dulces al peso, paninis, pizzas al corte y demás viandas para tomar un refrigerio allí mismo o para llevar. El local es auténtico, muy concurrido y con un ambiente muy animado. Super recomendable.
Desde allí, continuamos paseando hacia la plaza Navona, pasamos por el Panteón de Agripa y terminamos en la Fontana di Trevi, que nos costó un poco de encontrar ya que había oscurecido y las callejuelas, laberínticas, estaban atestadas de gente.
Volvimos al hotel, buscamos un local cercano para cenar (12€ el menú), y a la habitación a reponer fuerzas.
Segundo día.
Tras desayunar bien, nos dirigimos hacia la iglesia Santa María la Mayor, muy cercana al hotel.
Luego nos dirigimos hacia el Foro, ya que nuestro destino era el Monumento a Vittorio Emanuelle.
Este edificio enorme de color blanco, conocido como la Tarta de Bodas, alberga un museo naval digno de ser visitado. La entrada es gratuita. Ya el edificio en sí es bellísimo, me resulta incomprensible que a los romanos no les guste. A mi me entusiasmó recorrerlo entero.
Y, aunque no teníamos claro si íbamos a ir o no, vimos que teníamos tiempo de sobra y nos fuimos derechos al Vaticano.
De camino, encontramos varias calles en este estado. Ya nos explicaron en el crucero que Roma está construida varios metros sobre su nivel antiguo, y cada vez que excavan se encuentran con alguna ruina. Este cruce de calles corrobora esa teoría.
Y, tras una media hora caminando, llegamos a la Piazza de San Pietro.
Tras superar dos controles de seguridad, unos 20 minutos de colas, entramos en la basílica. Esta vez, con más tiempo que el año pasado, pero no el suficiente como para subir a ver la capilla sixtina. Otra vez será.
Nos dirigimos después hacia la Fontana di Trevi y comimos en un McDonalds, concurridísimo de gente elegante. No olvidemos que estamos en una zona de las más visitadas de la ciudad y que aquí todo es carísimo.
Tiramos las monedas a la fuente para poder volver a Roma. La noche anterior fue imposible acercarse al agua de la gente que había.
Volvimos hacia el hotel, haciendo una última parada en la Piazza de la Repúblicca, en un Eataly, a tomarnos un capuccino y comprar un par de chucherías de recuerdo.
Ya cogimos las maletas, fuimos hacia la parada del bus y nos dirigimos hacia el aeropuerto. Como era domingo de puente, con infinidad de vuelos de regreso, y hacía muy mal tiempo, se nos retrasó el vuelo una media hora. Nos fuimos en medio de un chaparrón importarnte, y el avión estuvo muy movidito todo el trayecto. Al final le voy a coger el gusto.
No probamos helados porque hacía un frío tremendo. Y eso que iba decidida a tomarme más de uno...
Hasta aquí la crónica de mi puente. Roma bien merece un par de días.
Mabel.
Hola guapa, feliz Año.
ResponderEliminarHe estado dos veces en Roma, pero hace mucho y ganas de volver tengo muchas.
Gracias por compartir tu fin de semana con tanto detalle y me alegro de que lo disfrutarais.
Besos.
Feliz año, Marisa. Yo nunca había estado y mira, hemos ido dos años seguidos.
EliminarRoma es una ciudad preciosa que bien merece una escapada de fin de semana, una amiga se va la semana que viene y sé que el post le será de ayuda.
Un placer siempre verte por aquí, a ver si este invierno sí que podemos disfrutar de ese café.
Un beso muy grande.