Volví a confiar en Nautalia. El barco elegido fue el MSC Preziosa. Un auténtico palacio flotante, enorme y decorado hasta los dientes. Y el camarote lo cogimos con balcón, para poder disfrutar de los despertares contemplando cada día un puerto distinto.
La primera parada fue en Marsella. La segunda ciudad en población de Francia y el puerto más importante del Mediterráneo. Es ciertamente una ciudad enorme, ya que se extiende a lo largo de casi 30 km, y el barco, por su tamaño, tiene el puerto de atraque bastante alejado de la ciudad. No obstante decidimos no contratar excursión y descubrirla por nuestra cuenta.
Comenzamos visitando la Cathedral de la Major. Presume de ser la única catedral del estilo románico-bizantino en Europa, y es de enormes dimensiones.
La joya de la corona para los marselleses es Notre Dame de la Garde, que no visitamos por falta de tiempo. Se erige sobre una colina dominando la ciudad y, según nos contaron los compañeros de viaje que sí la visitaron, había que subir, aparte de un ascensor, tropecientos escalones. Se queda para una futura visita.
Fuente: www.lemasdesaludes.fr |
Junto a Cathedral de la Major, unos antiguos almacenes del puerto que han sido completamente reformados y transformados en preciosos centros comerciales: Les Docks.
El barrio del Panier. Repleto de tiendas artesanales y de estilo bohemio.
El puerto. El lugar con más vida y color de la ciudad. Merece la pena casi pasar toda la mañana aquí,
Tuvimos la gran suerte de gozar de un día soleado. Hasta el taxista que nos trasladó al barco era simpatiquísimo, y eso que no hablaba una palabra de español (ni nosotros de francés).
El barco salía a las 16'30 h, y había que estar a bordo como mínimo una hora antes. No dio tiempo a más, había mucho que recorrer y que ver y que fotografiar.
¡Hasta la próxima parada! Sed felices.
Mabel.
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