El segundo día de mis vacaciones, el barco amarró en el puerto de Génova. Poco sabía yo acerca de esta ciudad, aparte de ser el lugar de nacimiento de Cristóbal Colón (eso siempre según quien). Tengo que confesaros que esta ciudad me recordó mucho a la mía, Valencia. Todo me resultaba familiar: la luz, las gentes, las construcciones. No sé, me pareció no haberme movido de casa...
En esta ocasión sí que teníamos la parada en el corazón mismo de la ciudad, y todo quedaba a escasos pasos de la nave. Comenzamos nuestra visita por la piazza San Lorenzo.
Aquí pudimos visitar la catedral del mismo nombre. Su construcción es muy antigua, pero la mayor parte se llevó a cabo entre los siglos XI y XII.
De aquí emprendimos el camino hacia la casa natal de Cristóbal Colón. Por el camino, atravesamos estas antiguas torres, tan parecidas a unas de las que hay en Valencia y que son vestigios de la antigua muralla que se levantaba alrededor de la ciudad.
Según el mapa, en la piazza Dante se encontraba la casa natal del almirante. Pero lo único que encontramos fue este precioso claustro.
Finalmente, un vendedor ambulante, tras vernos discutir si buscábamos hacia la derecha o hacia la izquierda, nos indicó que estaba justo a nuestras espaldas. ¡Cómo la íbamos a ver! De la construcción sólo se conserva parte de la fachada y un par de estancias. No entramos porque nos pareció caro (5 euros) para lo poco que había que ver, según lo que podíamos apreciar desde fuera.
Continuamos nuestro camino. Entramos en lo que parecía ser un antiguo palacio, ahora sede de la bolsa y de telégrafos.
La vía XX Settembre. Algo así como la calle Colón en Valencia, o la milla de oro de Madrid. La calle comercial y de ocio por excelencia para los genoveses.
Como aún nos quedaba tiempo antes de comer, decidimos ir hacia la parte norte de la ciudad. La via Garibaldi. También conocida como Strada Nuova, se proyectó hacia mediados del siglo XVI, cuando los acaudalados de la ciudad decidieron tener su propia zona residencial. Aquí los palazzos están codo con codo, unos adosados a otros. Hoy en día la mayoría son sedes de banca o museos.
Quizás la calle en sí no os diga nada, pero tiene música ambiental (ese día era música de cámara), que contribuye a crear un clima peculiar y que te transporta siglos atrás en el tiempo. Además los pórticos presentan adornos así de espectaculares:
Ya camino del puerto, paramos a refrescarnos en una pequeña plaza. Maravillosa atención y precios iguales que en casa.
Ya en el puerto, la vista del barco es impresionante.
Me gustó especialmente esta ciudad. Además fue la única donde vimos a la gente acudir a despedirse del barco. Fue muy emocionante decir adiós a aquella masa de genoveses que se despedía de nosotros mientras zarpábamos.
Se quedaron algunas cosas en el tintero, pero es que apenas cinco horas no dan para mucho más. Me quedé con las ganas de visitar el cementerio de Stagliaeno, que presume de ser de los más monumentales de Europa, pero se halla en las afueras y no fue posible. También hay un acuario en el puerto, el segundo más grande de Europa. Pero claro, el de Valencia es el más grande, y el tiempo era oro.
Fue también la única ciudad desde la cual vimos ponerse el sol.
Espero que os haya gustado. ¡Hasta la próxima parada!
Mabel.
No hay comentarios