Platos fríos

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Helados y polos

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Bundt cakes

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Tarta Cruda de Fresas.

Soy feliz. El mercado está lleno de fresas. Rojas y jugosas fresas. Y forma parte de la Santísima Trinidad Frutera de mi casa, junto a los plátanos y las naranjas. Bueno, tengo más frutas favoritas, pero si tengo que hablar de los gustos del resto de la familia, (lo que viene a ser mi costilla y yo), ese triángulo amoroso es el reinante.

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Por eso no puedo dejar de hacer cosas con ellas. No siempre mis recetas con fresas triunfan en casa, pero yo me las papo tan feliz. Y al resto de la casa, pues se las pongo tal cual con un poco de azúcar en un bol, y todos somos felices.


Tenía ganas de hacer esta tarta. He visto mil y una versiones, más o menos parecidas, y al final de decanté por ésta. Yo quería una textura que pudiese ser servida directamente de la nevera, y claro, al no llevar agar-agar ni ningún otro elemento coagulante, no las tenía todas conmigo. La receta original está pensada para servir esta tarta helada, pero yo aún así me he aventurado a hacerlo en frío pero no congelado. Y el resultado no ha sido muy malo, ¿verdad?

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NO me gusta comprar tartas heladas. Yo, es leer el etiquetado, y me entran sudores. En cuanto veo más de una nomenclatura que empiece por "E-...", pues mira, no. No voy a ingerir cosas que no sé qué diantres son. Y lo mismo me pasa con los colorantes, ojo. Por eso mismo, cuando veo helado de fresas en los congeladores, me pregunto si ese color rosa maravilloso se debe a las fresas presentes en la fórmula o al abuso de cochinilla.  O simplemente, la nata congelada. Esa textura aireada maravillosa, digo yo que muy natural no es. Y eso que mi marido es apasionado de esa nata.

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Pero yo soy el bicho raro de la familia. Cuando me ven cenar hummus, por ejemplo. Y eso que ya es archiconocido. O la mousse casera de chocolate, que por supuesto no les digo de qué está hecha, porque seguro que les entrarían nauseas. Por cierto, es de aquafaba, por si os lo preguntáis.

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A lo que íbamos. Esta tarta es rica, fácil, apta para más de una intolerancia, vegana, y si me apuras se puede hacer sin azúcar, utilizando edulcorante apto. Yo uso sirope de ágave, que si bien no es lo más sano del mundo, al menos con menos cantidad endulza suficientemente. Si usamos azúcar normal, la cantidad necesaria para conseguir un dulzor aceptable es mucho mayor. Y el jarabe de arce, es maravilloso pero caro. Sea como fuere, es como a mi me gusta y me sienta bien.

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 En cuanto a la textura de la tarta, como os he dicho arriba, yo la he tenido un día en la nevera y la he metido en el congelador una hora antes de servir, para que coja consistencia y desmoldarla sin dificultad. La textura es de mousse, delicada y suave pero firme. Y si queréis congelarla directamente, sólo tenéis que sacarla una media hora antes de degustar.

Tiempo: 1 hora más una noche de reposo en la nevera.

Ingredientes (para 6-8 raciones):



Base:


  • 1 taza (250 ml) de almendras. Yo las he usado con piel, directamente del árbol.
  • 15 dátiles, sin hueso, remojados media hora en agua caliente.


Tarta:


  • 250 gr de fresas.
  • 150 gr de anacardos crudos, puestos en remojo desde la noche anterior.
  • 1 taza (250 ml) de aceite de coco.
  • 1/4 taza (70 ml) de sirope de ágave.
  • 1 cucharadita de extracto de vainilla (opcional, pero le va perfecto).


Decoración:


  • un puñado de fresas fileteadas.
  • un puñado de arándanos congelados.



Preparación:



En un procesador de alimentos, ponemos las almendras y las reducimos a polvo. Las sacamos y las colocamos en un bol, y en el procesador ponemos los dátiles escurridos y trituramos bien. Mezclamos los dátiles con las almendras hasta formar una pasta.

En un molde redondo desmontable, ponemos la pasta, y presionando muy bien para que no queden huecos, repartimos por toda la base. Hay que procurar que queden bien cubiertas las juntas del aro.
Colocamos el molde así en el congelador para que la base coja consistencia, mientras preparamos el relleno.

En el vaso de la batidora, ponemos las fresas troceadas con los anacardos escurridos. Batimos muy muy bien, para que los anacardos queden imperceptibles.  Una vez triturado todo, vertemos en un bol grande.

Añadimos el sirope de ágave y mezclamos bien. Después, templamos el aceite de coco en el microondas, para que esté muy líquido y tibio, porque si se enfría no podremos trabajar con él.

Vertemos el aceite sobre el puré de fresas, y con ayuda de la espátula de silicona, vamos integrando el aceite con las fresas con movimientos envolventes. Al principio se separa el aceite del puré de frutas, pero poco a poco se irá integrando.

Una vez bien mezclado todo, añadimos la vainilla y repetimos el proceso, hasta que esté bien mezclado.

Vertemos la mezcla sobre la base. Nivelamos con rapidez, ya que al estar el molde en el congelador tenderá a endurecerse por los bordes. Tapamos y llevamos a la nevera.

Para servir, ponemos el pastel en el congelador media hora. Pasamos un cuchillo con cuidado por el borde y retiramos el aro desmontable. Decoramos con las fresas y los arándanos y servimos enseguida.

Si sobra, se conserva perfectamente un par de días en la nevera.

¿Os apetece un cachito?

Mabel.




2 comentarios

  1. Mabel, bicho raro, pero cocinas de maravilla y esta tarta es una prueba de las muchas otras que ya llevas publicadas.
    Yo tengo problemas con el tema vegano debido a los hidratos y azúcares, por ejemplo de los dátiles, porque esa base me ha hecho tilín y va a ser que no.
    Muy buena pinta y seguro que está deliciosa.
    Besos.

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    Respuestas
    1. Raro, raro, raro, como decía el Doctor Iglesias, jajaja. Pero oye, a mi me está sentando bien y, aunque no creo que llegue nunca a ser 100% vegana, ahora estoy convencida de que puedo pasar sin muchas cosas. Simplifica tu vida, dicen por ahí...
      La base la puedes hacer con cualquier otra fruta seca: orejones, pasas, ciruelas... no sé si alguna de ellas entrarán en tus posibilidades. Pero no te preocupes porque tengo en marcha otra parecida, pero sin frutas secas. A ver si voy vaciando existencias y hago sitio para otra tarta dulce.
      Besos, Profe.

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